martes, 2 de junio de 2020

FILOSOFÍA GRADO 11°: KARL MARZ: EL HOMBRE, EL PENSADOR Y EL REVOLUCIONARIO








FILOSOFÍA GRADO 11°:

"KARL MARX: EL HOMBRE, EL PENSADOR Y EL REVOLUCIONARIO"

Apreciados estudiantes.


Luego de conocer un poco sobre el pensamiento de ese gran filósofo idealista llamado Georg Wilhelm Friedrich Hegel, cuyo gran legado filosófico sirvió de referente para muchos filósofos contemporáneos, entre ellos al gran Karl Marx; nos adentramos más a ese periodo contemporáneo donde la filosofía va tomando otros puntos de vista frente al conocimiento y la búsqueda de la verdad. 

¿Y qué significa buscar la verdad? ¿Verdad frente a qué?. Son estos los interrogantes que a lo largo de la historia el hombre se ha planteado sus inquietudes, y que en la actualidad ha hecho que el ser humano de hoy siga en su búsqueda frente a los grandes interrogantes que le ha dejado la ciencia y la religión.

Antes de comenzar a desarrollar el nuevo tema sobre Karl Marx, conviene tratar de resolver el siguiente interrogante:

FASE DE EXPLORACIÓN


¿Puede la filosofía ser un punto de apoyo para lograr encontrar un mundo cada vez más humano?

¿Qué significa para el ser humano de hoy encontrar un trabajo digno? 

¿Es el trabajo la principal fuente de sustento en el ser humano o existe otra manera honesta que permita su realización como persona?

¿Según sus conocimientos, ¿qué entiende por alienación?

¿Ha sentido en algún momento qué alguien quiera someterlo o someterla a su voluntad? Explique



Ahora si, conviene comenzar conociendo un poco sobre éste pensador que tanto revuelo causo en la Europa de la época y aúnen la actualidad.
Para ello, considero muy necesario que saquemos un poco de nuestro tiempo para que veamos de manera detallada el siguiente vídeo, donde nos permitirá entrar en contexto.


Hace un poco más de doscientos años, el 5 de mayo de 1818, en la ciudad alemana de Tréveris, nació una de las más grandes figuras de la historia de la humanidad. Doscientos años más tarde, a pesar de todos los furiosos ataques, las distorsiones maliciosas y los rencorosos intentos de socavar su imagen como hombre y pensador, Karl Marx ha consolidado su lugar en la historia como un destacado genio en el ámbito de la teoría.



"Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diferentes maneras. De lo que se trata, sin embargo, es de transformarlo."   
           (K. Marx, Tesis sobre Feuerbach)

Los descubrimientos de Marx en el campo de la filosofía, la historia y la economía política pueden considerarse un monumento colosal por derecho propio. Incluso si el trabajo de su vida hubiese comenzado y terminado con el primer volumen de El Capital, ya hubiese sido en sí mismo un logro lo suficientemente grande. Pero Marx no sólo fue un pensador; fue un hombre de acción, un revolucionario que dedicó por entero su vida a la lucha por la causa de la clase obrera y del socialismo. 

La vida de Marx


Marx nació hace 200 años en Alemania, en lo que entonces era parte de Prusia. Sin embargo, las provincias de Renania a la que la ciudad de Tréveris pertenecía, diferían en muchos aspectos de las atrasadas, semifeudales y reaccionarias tierras prusianas más al este.
Anexionadas por Francia en las Guerras Napoleónicas, sus habitantes habían sido expuestos a nuevas ideas como la libertad de prensa, el derecho constitucional y la tolerancia religiosa. Aunque Renania fue reincorporada a la Prusia imperial en el Congreso de Viena tres años antes del nacimiento de Marx, la huella de aquellos años dejó su marca en el pensamiento progresista de la mayoría de las capas más liberales de la sociedad.

Karl Heinrich fue uno de los nueve hijos de la familia de Heinrich y Henrietta Marx. El padre de Marx era un abogado con una relativa actitud progresista, que leía a Kant y a Voltaire, y abogaba por la reforma del Estado prusiano. La vida familiar era razonablemente próspera. Marx nunca padeció pobreza o privación durante su niñez, ni en los primeros años de su juventud, aunque sí las sufrió en gran medida durante su vida posterior.

Sus padres eran judíos, pero en 1816 a la edad de 35 años, el padre de Karl se convirtió al cristianismo, probablemente como respuesta a la ley de 1815 que prohibía a los judíos el acceso a la alta sociedad. Es significativo que aunque la mayoría de la gente en Tréveris era católica romana, eligió las creencias luteranas, ya que él “equiparaba el protestantismo con la libertad intelectual”. Sin embargo, Heinrich Marx estuvo muy lejos de ser un revolucionario y sin duda se hubiera horrorizado si hubiera tenido conocimiento de la futura trayectoria de su amado hijo Karl.

Al dejar la escuela, Marx se fue a la universidad, donde estudió derecho, y más tarde historia y filosofía. Mientras estudiaba en Berlín, cayó bajo la influencia del gran filósofo Hegel. Vio que, debajo de la corteza superficial de idealismo, la dialéctica de Hegel tenía las más profundas implicaciones revolucionarias. Esta filosofía dialéctica debía formar la base de todo su posterior desarrollo ideológico.


Marx se unió a la tendencia conocida como 'hegelianos de izquierda', que sacó conclusiones radicales y ateas de la filosofía hegeliana. Sin embargo, pronto se sintió descontento con el interminable desguace de palabras y malabarismo dialéctico de estos académicos radicales que pronto degeneraron en una mera sociedad de debate. Marx quedó muy impresionado con las ideas de Ludwig Feuerbach, quien, a partir de una crítica a la religión, se movió en la dirección del materialismo. Pero criticó a Feuerbach por su rechazo radical de la dialéctica hegeliana. Marx logró combinar de manera brillante el materialismo filosófico con la dialéctica para producir una filosofía completamente diferente y revolucionaria.

Armado con estas ideas revolucionarias, el joven Marx colaboró con un grupo de hegelianos de izquierda en Renania que había fundado un periódico radical, la Rheinische Zeitung, Gaceta Renana. Como editor del periódico, Marx escribió varios artículos revolucionarios brillantes. El periódico fue un éxito instantáneo, pero pronto atrajo la atención de las autoridades prusianas que lo sometieron a una censura estricta. Sin embargo, el joven Marx, con ingenio brillante, logró evadir el círculo de hierro de los censores. Al final, no tuvieron más remedio que cerrarlo.

En 1836, mientras se volvía más activo políticamente, Marx se comprometió secretamente con Jenny von Westphalen, una hermosa joven de una familia aristocrática que era conocida como la "chica más bella de Tréveris". Ella era cuatro años mayor que él y de una clase decididamente más alta. Pero ella y Marx habían sido novios desde la infancia y todo lo que sabemos es que se dedicaron totalmente el uno al otro.

El padre de Jenny, el barón Ludwig von Westphalen, alto funcionario del Real Gobierno Prusiano Provincial, era un hombre de linaje doblemente aristocrático: su padre había sido jefe del Estado Mayor durante la Guerra de los Siete Años y su madre escocesa, Anne Wishart, descendía de los condes de Argyll. Por lo tanto, no es de extrañar que mantuvieran su relación en silencio durante tanto tiempo. Tres meses después del cierre de la Rheinische Zeitung, en junio de 1843, se casó finalmente con Jenny von Westphalen, y en octubre se mudaron a París.

Creo que no se le ha prestado suficiente atención a esta notable mujer, que hizo sacrificios colosales para apoyar a su esposo en su trabajo revolucionario. Ella debió sufrir mucho al separarse de su familia, viajar de un país a otro, compartir todas las privaciones de Marx y vivir en las condiciones más difíciles. Ella vio a sus hijos sufrir dificultades, enfermar y morir. Cuando su hijo Edgar murió en Londres, ella y Marx ni siquiera tenían dinero suficiente para pagar el ataúd.

El hermano mayor de Jenny, Ferdinand, más tarde se convirtió en un Ministro del Interior celosamente opresivo en el gobierno prusiano entre 1850 y 1858, es decir durante el apogeo de la reacción europea. Nos enfrentamos así a la paradoja de un hombre comprometido en la obra revolucionaria para subvertir al Estado prusiano desde su exilio londinense, mientras que su cuñado en Berlín estaba a cargo de perseguir a los revolucionarios dentro y fuera de las fronteras de Prusia ¡La historia no conoce situación más irónica que ésta! 

En París

En el otoño de 1843, Marx se mudó a París para publicar un periódico radical en el extranjero, junto con Arnold Ruge. En la atmósfera caldeada de París en ese momento, Marx pronto entró en contacto con grupos organizados de trabajadores alemanes emigrados y con varias sectas de socialistas franceses. En este momento, los vientos de la revolución soplaban con fuerza en toda Europa, especialmente en París. No fue la primera vez, ni la última, que París era el corazón político de Europa.

Sin embargo, sólo se publicó un número de esta revista, Deutsch-Französische Jahrbücher, los Anales Franco-Alemanes. La publicación fue interrumpida debido principalmente a la dificultad de distribuirla secretamente en Alemania, y a las diferencias filosóficas entre Marx y Ruge. Marx comenzó entonces a escribir para otro periódico radical, Vorwärts! (¡Adelante!), que estaba vinculado a una organización que más tarde se convertiría en la Liga Comunista.
Por esta época comenzó una de las colaboraciones más extraordinarias de la historia. En septiembre de 1844, un joven llamado Friedrich Engels vino a París por unos días para trabajar como colaborador de la revista. A partir de ese momento, se convirtió en el mejor amigo y colaborador de Marx. Hoy los nombres Marx y Engels son tan completamente inseparables que casi se fusionan en una sola persona.
Durante su tiempo en París, desde octubre de 1843 hasta enero de 1845, Marx vivió en el número 38 de la Rue Vanneau en París. Aquí, Marx participó en un estudio intensivo de la economía política, devorando las obras de Adam Smith, David Ricardo, James Stuart Mill, e incluso de los socialistas utópicos franceses Saint-Simon y Fourier. Contemplamos, pues, el embrión de sus futuros descubrimientos en el campo de la economía.

Bruselas

Las actividades revolucionarias de Marx pronto atrajeron la atención de las autoridades de Berlín. El gobierno prusiano exigió que las autoridades francesas actuaran, lo que a estos últimos les agradó mucho. Expulsado de París a fines de 1844, Marx se mudó a Bruselas, donde se unió a la sociedad de propaganda secreta, la Liga Comunista. A pesar de su traslado, Marx todavía tenía restricciones severas en su actividad. Se había comprometido a no publicar nada sobre asuntos de política contemporánea.

Marx y Engels formaron inmediatamente una estrecha relación en la que los dos hombres reunieron diferentes experiencias y temperamentos para elaborar un conjunto de ideas completamente nuevo y original. Como hijo de un rico fabricante alemán, Engels pudo combinar sus experiencias concretas en la producción capitalista con el trabajo pionero de Marx en el campo de la filosofía. Engels le mostró a Marx su libro recientemente publicado, La situación de la clase obrera en Inglaterra. Ya había llegado a la conclusión de que la clase obrera sería el agente más importante del cambio social.

También fue Engels quien comenzó primero a elaborar los principios fundamentales que luego se llevarían a buen término en los tres volúmenes de El Capital de Marx. Pero con la modestia que lo caracterizaba, siempre aceptó la primacía de Marx en el campo de la ideología, reservándose para sí el papel de discípulo humilde y leal, aunque, de hecho, su contribución a la teoría marxista debe estar hombro con hombro con la del propio Marx.
En abril de 1845, Engels se mudó de Alemania a Bruselas para unirse a Marx. Juntos, los dos comenzaron a escribir una crítica a la filosofía de Bruno Bauer, un joven hegeliano con quien Marx había estado antes en relaciones cercanas. El resultado de la primera colaboración de Marx y Engels, La Sagrada Familia, se publicó en 1845. Marcó el comienzo de una ruptura con la tendencia hegeliana de izquierda y el punto de partida para una divergencia completamente nueva.
En 1846, Marx y Engels escribieron La ideología alemana, en la que desde el principio desarrollaron la teoría del materialismo histórico. Esto marcó la ruptura final e irrevocable con los Jóvenes Hegelianos. Marx finalmente abrazó la idea del socialismo como la única solución a los problemas de la humanidad. Lamentablemente, ningún editor estuvo dispuesto a correr el riesgo de publicar La ideología alemana, que, junto con las Tesis sobre Feuerbach, no vieron la luz hasta después de la muerte de Marx.
Marx y Engels emprendieron juntos una lucha implacable contra las ideas confusas del socialismo pequeño-burgués, esforzándose por poner las ideas del socialismo sobre una base científica. En París, en ese momento, las ideas semianarquistas de Proudhon estaban en boga entre algunos grupos revolucionarios. Marx las sometió a una crítica fulminante en 1847 en Miseria de la Filosofía, respaldada por hechos y citas sustanciales de los escritos del propio Proudhon.
A principios de 1846, Marx intentó vincular a los socialistas de toda Europa por medio de un Comité de Correspondencia Comunista. Había estado en contacto con una organización secreta de artesanos de París y Frankfurt llamada “La Liga de los Justos”. Era un grupo pequeño (alrededor de un centenar en París y ochenta en Frankfurt) con ideas muy confusas. Marx los persuadió a abandonar sus métodos clandestinos y operar abiertamente como un partido político de trabajadores. Finalmente, este partido se fusionó con otros para formar la Liga Comunista.
En el Segundo Congreso de la Liga Comunista, celebrado en Londres en noviembre de 1847, Marx y Engels fueron los encargados de elaborar un documento que se dio a conocer como El Manifiesto Comunista. Este documento, el cual marcó una época, fue publicado en 1848.

El Manifiesto Comunista y la Neue Rheinische Zeitung

Hoy parece asombroso que El Manifiesto Comunista fuera escrito cuando Marx y Engels todavía eran jóvenes; Marx aún no tenía 30 años y Engels tres años menos. Sin embargo, este notable documento representa un punto de inflexión en la historia. Es tan fresco y relevante ahora como cuando vio la luz por primera vez. De hecho, su relevancia es aún mayor hoy.
El momento de la publicación de este documento difícilmente podría haber sido mejor. La tinta apenas estaba seca en sus páginas cuando estalló una poderosa ola de revoluciones en toda Europa. La Revolución de Febrero en Francia derrocó a la monarquía de Orleans y condujo a la creación de la Segunda República.

Se da la anécdota de que, habiendo recibido recientemente una herencia sustancial de su padre (retenida por su tío), Marx utilizó una gran parte de ella para comprar armas para los trabajadores belgas que se movían hacia la acción revolucionaria. Si la historia es verdadera o falsa, no lo sabemos, pero el Ministerio de Justicia belga ciertamente la creyó. La usaron como una excusa para arrestarlo.
Marx se vio obligado a huir de regreso a Francia, donde creía que estaría a salvo bajo el nuevo gobierno republicano. Pero esa fue una vana esperanza. Los republicanos burgueses franceses estaban aterrados de los obreros, que comenzaban a avanzar en sus demandas de clase independientes que amenazaban la propiedad privada. En estas circunstancias, lo último que la burguesía francesa necesitaba era la presencia en París de un hombre como Marx.
Marx estaba convencido de que, después de Francia, Alemania estaba en vísperas de una revolución. Se mudó a Colonia, donde fundó un nuevo periódico, la Neue Rheinische Zeitung, Nueva Gaceta Renana, que comenzó a publicarse el 1 de junio de 1848. El periódico presentó una línea democrática radical extrema contra la autocracia prusiana y Marx dedicó sus principales energías a su dirección editorial (la Liga Comunista había sido prácticamente disuelta). Continuó en este puesto desde junio de 1848 hasta el 19 de mayo de 1849, cuando el periódico fue suprimido.
La Neue Rheinische Zeitung fue un modelo de periodismo revolucionario y jugó un papel activo en los acontecimientos revolucionarios de 1848-49. Pero la victoria de la contrarrevolución puso fin a esta actividad. Marx fue llevado a juicio por su actividad revolucionaria. Fue absuelto el 9 de febrero de 1849, pero fue expulsado posteriormente de Alemania el 16 de mayo de 1849.
Marx volvió a París. Sin embargo, fue desterrado de Francia después de la manifestación del 13 de junio de 1849. Como Prusia se negó a darle un pasaporte, Marx era ahora un exiliado apátrida y sin dinero. Se trasladó a Londres, que en aquellos días era más tolerante y acogedor con los exiliados políticos de lo que es hoy. Aunque Gran Bretaña también le negó la ciudadanía, permaneció en Londres hasta su muerte. En mayo de 1849 comenzó la "larga e insomne noche de exilio" que duraría el resto de su vida.

Londres

Al llegar a Londres, Marx se mantuvo igual de optimista sobre la inminencia de un nuevo brote revolucionario en Europa. Escribió dos extensos folletos sobre la revolución de 1848 en Francia y sus consecuencias: La lucha de clases en Francia y El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Concluyó que "una nueva revolución es posible sólo como consecuencia de una nueva crisis" y luego se dedicó al estudio de la economía política para determinar las causas y la naturaleza de la crisis capitalista.
Durante la mayor parte del tiempo que pasó en Londres, Marx y su familia vivieron en condiciones de extrema pobreza. Encontró trabajo como corresponsal para el New York Daily Tribune, una colaboración que duró diez años desde 1852 hasta 1862. Sin embargo, Marx nunca pudo ganar un salario digno con su trabajo periodístico. Durante la primera mitad de la década de 1850, la familia Marx vivió en condiciones miserables en un departamento de tres habitaciones en el barrio del Soho de Londres. Marx y Jenny ya tenían cuatro hijos y dos más venían en camino. De éstos, sólo tres sobrevivieron.


"Bienaventurado el que no tiene familia", escribió Karl Marx con desidia en una carta a Friedrich Engels en junio de 1854. Tenía treinta y seis años y hacía tiempo que había perdido todo contacto con sus parientes. Su padre había muerto y las relaciones con su madre eran malas. Sólo a través de la generosidad desinteresada de su amigo Friedrich Engels, Marx y su familia pudieron sobrevivir.
La familia Marx tuvo siete hijos, cuatro de los cuales murieron en la infancia o la niñez. A pesar de todas las dificultades, fueron una familia feliz. Marx amaba profundamente a sus hijas, quienes, a su vez, lo adoraban. En sus momentos libres por las tardes jugaba con ellas y leía a los clásicos. Don Quijote fue uno de sus favoritos, pero también interpretaban obras de Shakespeare, con Marx y sus hijas leyendo diferentes partes. "Era un narrador único, incomparable", recuerda su hija Eleanor.
De las tres hijas supervivientes, Jenny, Laura y Eleanor, dos de ellas contrajeron matrimonio con hombres franceses. Uno de estos hombres, Paul Lafargue, jugó un papel activo en el movimiento marxista y ayudó a establecer el partido socialista en España. Eleanor Marx estuvo activa en el movimiento obrero británico como organizadora sindical combativa. El trabajo de Marx no se limitó sólo a la teoría. Todo el tiempo que estuvo en Londres jugó un papel muy activo en la promoción y el desarrollo del movimiento obrero internacional. Marx ayudó a fundar la Sociedad Educativa de los Trabajadores Alemanes, así como una nueva sede para la Liga Comunista. Pero estaba cada vez más frustrado y alienado por las interminables disputas sectarias de los emigrados y finalmente rompió todas las relaciones con ellos, mientras que siempre mantuvo contacto cercano con los miembros activos del movimiento obrero británico.
Un giro decisivo en la situación ocurrió en 1864. El 28 de septiembre se fundó la Asociación Internacional de los Trabajadores, conocida por nosotros como la Primera Internacional. Desde el principio, Marx fue el corazón y el alma de esta organización, el autor de su primera alocución y de una serie de resoluciones, declaraciones y manifiestos. Durante los años siguientes, gran parte de su tiempo estuvo dedicado a mantener el trabajo de la Internacional. Junto con Engels mantuvo una vasta correspondencia con trabajadores avanzados y copensadores de muchos países, incluida Rusia.
Marx se vio obligado a continuar una lucha implacable contra todo tipo de desviaciones pequeño burguesas dentro de las filas de la Internacional: el socialismo utópico de Proudhon, el nacionalismo burgués del italiano Mazzini, el oportunismo de los dirigentes sindicales reformistas británicos y, sobre todo, las intrigas del anarquista Bakunin y de sus seguidores.
Al final, Marx logró vencer en la lucha ideológica, pero las condiciones en que se estaban formando las fuerzas jóvenes de la Internacional se volvieron en una dirección desfavorable. La derrota de la Comuna de París fue el golpe de gracia final.
Dada la situación desfavorable en Europa, Marx propuso la transferencia de la sede del Consejo General de Londres a Nueva York en 1872 con la esperanza de que la lucha de clases en desarrollo en el Nuevo Mundo brindara a la Internacional nuevas oportunidades. Pero nada podría evitar su declive. El logro más importante de la Primera Internacional fue que proporcionó una firme base ideológica para los acontecimientos futuros. Pero como organización dejó virtualmente de existir.
La salud de Marx se vio socavada por el agotador trabajo en la Internacional y sus estudios y escritos teóricos aún más extenuantes. Continuó trabajando incansablemente en la cuestión de la economía política y en la finalización de El Capital, para lo cual reunió una gran cantidad de material nuevo y estudió varios idiomas, incluido el ruso.

Muerte

Marx nunca cuidó de su propia salud. Su amor por las comidas fuertemente condimentadas y por el vino, junto con el consumo excesivo de cigarros, bien pudo haber contribuido al deterioro de su salud, que fue fatalmente socavada por años de pobreza. En los últimos doce años de su vida, sus enfermedades recurrentes ya no le permitían realizar ningún trabajo intelectual de forma continua.
A pesar de los ataques cada vez más intensos a su mala salud, Marx se lanzó a un estudio monumental de las leyes y de la historia del capitalismo, desarrollando una teoría económica completamente nueva. En preparación para la redacción de El Capital, leyó todos los trabajos disponibles sobre teoría y práctica económica y financiera. Basta leer las extensas notas a pie de página de este gran libro para comprender la asombrosa cantidad de investigación minuciosa que dedicó a su elaboración.

En 1867, publicó el primer volumen de El Capital. Pasó el resto de su vida escribiendo y revisando manuscritos para los volúmenes restantes, que permanecieron incompletos en el momento de su muerte. Los dos volúmenes restantes fueron minuciosamente ensamblados, editados y publicados póstumamente por Engels.
El golpe final a la salud de Marx fue la muerte de Jenny von Westphalen, quien falleció a causa del cáncer el 2 de diciembre de 1881, a la edad de sesenta y siete años. Junto con la muerte de su hija mayor, esta fue una cruel tragedia personal de la que Marx nunca se recuperó. Nubló los últimos años de su vida.
Karl Marx murió de pleuresía en Londres el 14 de marzo de 1883, falleció plácidamente en su sillón. Fue enterrado junto a su esposa en el Cementerio de Highgate en Londres. Cuando murió, se encontró una fotografía de daguerrotipo de su padre en el bolsillo del pecho. Fue colocado en su ataúd y enterrado en el cementerio de Highgate. Su tumba original sólo tenía una piedra modesta, ahora tristemente destrozada e ignorada en gran parte por los visitantes que se congregan en el gigantesco monumento erigido en noviembre de 1954, cuando Marx y su familia fueron enterrados en un nuevo sitio no lejos del anterior.
La nueva tumba, presentada el 14 de marzo de 1956, lleva la inscripción: "¡Proletarios de todos los países, uníos!" Y las célebres palabras de las Tesis sobre Feuerbach: "Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diferentes maneras; de lo que se trata, sin embargo, es de transformarlo".
Pero el verdadero monumento a Marx no está en el cementerio de Highgate. No está hecho de piedra ni de bronce, sino de un material mucho más fuerte y duradero: las ideas inmortales contenidas en los más de cincuenta volúmenes de sus Obras Completas. Ese es el único monumento que Marx hubiera deseado alguna vez. Es la piedra angular del movimiento obrero mundial y la garantía de su futura victoria.
  
(TEXTO TOMADO DE: "DEFENDIENDO EL MARXISMO" deAlan Woods08 May 2018)

La crítica de Marx al idealismo y al materialismo

Feuerbach, en su crítica de la religión, había hecho el primer intento de invertir el pensamiento dialéctico hegeliano. Marx comprende la necesidad de enfrentarse a toda la obra de Hegel en profundidad para rescatar lo que había de revolucionario en el pensamiento dialéctico.
Lo que tiene la dialéctica hegeliana de dinámico y revolucionario es el momento de negación o contradicción, la "lucha de contrarios" inspirada en Heráclito.  Pero en el pensamiento de Hegel la contradicción solo aparece en función de la síntesis o la totalidad absoluta y acabada. La dialéctica está al servicio de un sistema, porque en el idealismo todo el proceso dialéctico es el despliegue de lo que ya está desde el inicio en la idea.

Para Marx, la dialéctica hegeliana ha perdido la realidad del mundo y del hombre, que solo aparecen como figuras conceptuales en el desarrollo del espíritu. La historia misma es "acción imaginaria de sujetos imaginarios".

Es preciso invertir la dialéctica poniendo el pensamiento y la idea en su sitio: "Para mí lo ideal no es más que lo material transferido y traducido en el cerebro de los hombres". Parecería que la inversión anunciada es el materialismo en sustitución del idealismo: la realidad es materia y no espíritu o idea. Pero Marx afirma que el pensamiento puede superar por igual el materialismo y el idealismo, si se hace realmente dialéctico. 


La dialéctica materialista

Lo material "transferido y traducido' en la mente humana es "lo sensible", la percepción de los sentidos, que es la realidad última a la que podemos acceder o que nos es dada.
Pero entender la intuición sensible como captación de un algo material previo e inmutable es un error no menor que el error idealista. Lo real originario y que encuentra el pensamiento dialéctico no es idea ni es materia, sino el momento dialéctico o la tensión contradictoria entre lo material natural y el espíritu o el sujeto cognoscente, que se da en "lo sensible" de la percepción. Más bien que de materialismo, entonces, habría que hablar de la dialéctica en Marx como de un realismo humanista, puesto que no hay nada que sea previo a la conciencia y la acción humana.

La "conciencia sensible" de la que ha de partir la ciencia es también, advierte Marx, "necesidad sensible"; el hambre, la necesidad sentida de subsistir arrebatando al medio los nutrientes, no es menos importante ni posterior a la conciencia sensible de las sensaciones.

El ser humano establece tal relación dialéctica entre la necesidad sensible y la naturaleza, por medio del trabajo. El ser humano es concebido por el pensamiento dialéctico como un ser activo, práctico, como cognoscente y como trabajador. La concepción tradicional del hombre que lo define específicamente por el con conocimiento intelectual tiene para Marx su explicación en la sociedad esclavista griega, en la que el trabajo era algo inhumano por ser propio de los esclavos.


Marx se definirá materialista: “la naturaleza misma no existe para nosotros más que en cuanto contenido de la experiencia y la práctica humana; la ciencia no es realmente ciencia si no parte de la materialidad en la doble forma de la conciencia sensible y la necesidad sensible".
En consonancia con la dialéctica materialista y con la Influencia del darwinismo, Marx también hace del ser humano un "Ser de la necesidad" era su conexión con la naturaleza. Las necesidades elementales, que para la concepción idealista del ser humano. son debilidad que Io rebajan al nivel de los instintos, es decir, al animal, son para la dialéctica materialista el dinamismo que pone en marcha el' proceso de la sociedad humana y de la historia. 

La concepción dialéctica del hombre

Marx estimó que la filosofía de Feuerbach seguía considerando al hombre de manera abstracta y ahistórica, e incluso por fuera del orden natural. Tal ahistoricidad se manifestaba en la opinión de Feuerbach, según la cual', Dios era la pura objetivación de los deseos y las necesidades humanas, y no daba cuenta de que dicha objetivación variaba a lo largo de la historia, dependiendo del contexto cultural y político en el que se realizaba dicha creencia en Dios. Por ejemplo, durante la época feudal, Dios era representado como un ser omnipotente para el esclavo.

Además, para Feuerbach el hombre no tenía una relación dialéctica con mundo natural, cosa extraña para un filósofo que era materialista. Pero según Marx, el materialismo de Feuerbach tenia “el fallo fundamental de todo materialismo procedente", el cual “Solo capta la realidad, lo sensible, bajo la forma del objeto o de la contemplación, no como actividad humana sensorial sino como práctica".

La noción dialéctica de praxis o práctica. interpretada como actividad de percepción sensorial y trabajo humano, que actúa sobre el mundo material y la subjetividad humana, fue lo que le permitió a Marx superar la pugna entre idealismo y materialismo clásico.

La filosofía de la sospecha

Junto con Nietzsche y Freud, a Marx se le ha considerado un filósofo de la sospecha, es decir, un pensador que ha puesto de manifiesto las complejas idealizaciones de las que son capaces los hombres en diferentes ámbitos de su vida.

Para Marx, la sospecha se manifestó primero en relación con la religión. En ella vio una mera proyección humana de sus más altas aspiraciones. La sospecha también se introdujo en la concepción optimista hegeliana de la historia, que pretendía armonizar lo público y lo privado en la figura de un Estado sagrado. La sospecha recayó entonces en la filosofía misma, pues el filósofo era el ser más capaz de autoengaño y mentira, tan capaz que incluso tomaba sus idealizaciones por la verdadera realidad. Marx llamó ideología al acto de ocultar la realidad por medio de idealizaciones.

La antropología de Marx


Karl Marx define al ser humano como un homo faber, como un trabajador. Con su trabajo transforma la naturaleza, y en el ejercicio y organización de esta actividad entra en contacto con los demás. Es esa actividad transformadora lo que lo convierte en un ser social a la vez que histórico, consistiendo la Historia humana en un sucesivo progreso en su capacidad productiva.

Sin embargo, el progreso histórico no está exento de dificultades: en el marco del modo de producción capitalista se produce una alienación que significa la deshumanización del trabajador y la conversión de éste en mercancía. El trabajador no es considerado como una persona en sí misma, sino como mano de obra empleada para dar rentabilidad al capital.

 La superación de la alienación no podía hallarse en el terreno de la especulación, en tanta comprensión de la alienación, sino en el terreno de la praxis como realización ética del hombre.

El punto de partida para hacer surgir al hombre nuevo habría de ser entonces la naturaleza, pues según Marx "para el materialismo lo único real es la naturaleza; la naturaleza es la base sobre la que crecieron y se desarrollaron los hombres, que son también, de suyo, productos naturales”.

Hombre y trabajo

Para Marx era imposible definir la naturaleza del hombre sin tener en cuenta su carácter transformador de la naturaleza. La vida humana era inconcebible por fuera de una transformación continua del mundo natural. En eso sentido, la actividad fundamental que define al ser humano es el trabajo, pues es a partir de él que el hombre logra humanizarse y elevarse por encima del mundo animal. Se debe entonces pensar al hombre, más como un homo faber que como un homo sapiens, o mejor, que el hombre sea un ser activo es lo que lo hace capaz de desarrollar el pensamiento.


Dialéctica de las alienaciones

Para Marx, el hombre podría enajenarse o negarse a sí mismo de cuatro maneras posibles:

Alienación religiosa: Marx consideró que uno de los papeles de la filosofía era liberar al hombre de la religión tanto en la esfera pública como en la privada.

Marx consideró que el estilo de vida religioso se basaba en el temor, la inseguridad y la autohumillación de la criatura ante el creador. Pero la religión, lejos de favorecer la felicidad humana, lo que hacía en realidad era dividir al hombre de su ser natural y, como tal, obligarlo a negar la existencia de los deseos como algo natural. De la misma forma la religión separaba al hombre del mundo, pues este no era más que una especie de paso para la vida eterna. Si la religión no era más que un producto social, entonces, sería posible explicar su origen desde ciertas condiciones sociales. La creencia en Dios se diluye de esta forma en una explicación sociológica de la alineación y la misera humanas.

Alienación política: Esta alienación hallaba su explicación en la profunda contradicción que había entre la libertad y la igualdad le los ciudadanos y la desigualdad y la dominación presente en las relaciones laborales privadas que suceden dentro del marco de la libertad económica. Si bien era un progreso moral la existencia de un Estado de derecho que garantizara la libertad y la igualdad de los ciudadanos ante la ley, era también un retroceso que los mismos principios sirvieran para promover formas extremas de desigualdad y de dominación.

Alienación social: Consistía en una especie de dialéctica del amo, y el esclavo, la cual conllevaba una deshumanización tanto de la clase dominante, La burguesía, como de la clase dominada. el proletariado. De este modo, las relaciones humanas eran en el fondo de tipo mercantil, pues la vida humana era una especie de mercancía.
Tal división entre clases sociales dio lugar a que estas se enfrentaran inevitablemente. Según Marx, tal enfrentamiento no admitía una solución política, pues ello supondría que la clase burguesa tuviera una especie de contrapeso en el poder. lo cual, obviamente, no sucedía. Por eso, Marx afirmó que "el gobierno no es sino una delegación fue administra los negocios comunes de toda clase burguesa".
  
La alienación económica: Para Marx no era factible pensar en una solución política para la alienación. Consideraba que era preciso centrarse en el estudio de las realidades económicas que la hacían posible. Tal análisis revelaría la existencia de unas condiciones materiales que terminaban por condicionar negativamente la vida de los seres humanos bajo el sistema de producción capitalista.

La plusvalía

Para Marx, la explotación se daba dentro de una sociedad capitalista por medio de la denominada plusvalía. Esto significa que el trabajador creaba, por medio de su trabajo, más valor del que se le entregaba como salario. Dicho salario le permitía subsistir y conservar su fuerza de trabajo para vendérsela al capitalista. Dado que el trabajador, por no poseer otro medio de subsistencia, está obligado a vender su fuerza de trabajo, tiene que aceptar la explotación como su condición permanente. De manera que la plusvalía que él era capaz de producir, le llegaba al capitalista como beneficio puro.

El materialismo histórico

Las necesidades ligan al hombre con la naturaleza, pero, además, el hombre es capaz de crear relaciones de mediación con el mundo natural por medio del trabajo. Bajo tal condición, el hombre es capaz de reproducir la naturaleza o de crear una segunda naturaleza. El trabajo es, de esta forma, conjuntamente con los medios de producción, el fundamento del hombre universal.

Mediante la complejización de las relaciones de trabajo y de los mecanismos de distribución de sus productos se llegó a la cultura, esto es, al desarrollo histórico de las relaciones sociales de producción. Marx caracterizó entonces su filosofía como materialismo histórico, al sostener que la producción social de la vida era el fundamento de la historia y el principio de explicación de los acontecimientos históricos.

Fuerzas productivas y relaciones de producción

Marx denominó fuerzas productivas al conjunto que forman el trabajo humano y los medios de producción. Tales fuerzas son el verdadero motor de la historia y han configurado, en cada época, diversas relaciones sociales de producción. La interrelación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción determinan para Marx la estructura económica de cada periodo histórico.

Las transformaciones dependían siempre de las fuerzas productivas y suponían la transformación en la organización social del trabajo. Dado que existe una tensión dialéctica, las relaciones de producción tienen que adaptarse a las fuerzas productivas; si no sucediese así, el proceso de producción se vería frenado y se originaria como resultado una crisis. Esto explica, para Marx, la lucha de clases.  


Resolvemos los siguientes interrogantes:

1. Según el vídeo, cuáles son las instituciones que están condicionadas por la base económica de la sociedad? Explique por qué.

2. Explique la frase: " Los filósofos hasta hoy han tratado de comprender el mundo, pero lo que se trata es de transformarlo.

3. Según Marx, por qué son las condiciones materiales las que determinan la sociedad?

4. Según el vídeo, por qué se dice que los seres humanos vivimos de acuerdo con nuestras posibilidades tecnológicas, de acuerdo con las desigualdades económicas?

5. En qué consiste la naturaleza alienada del trabajo bajo el capitalismo?

6. Explique qué quiere decir el principio: "la historia de las sociedades es siempre historia de las luchas de clases"

7. Explique la frase: "la riqueza no es producida por el capitalismo sino por el trabajo humano"

8. Según el vídeo, a qué llama Marx "Fetichismo de mercancía" y en qué consiste?

9. ¿Por qué se dice que el ser humano establece la relación dialéctica entre la necesidad sensible y la naturaleza, por medio del trabajo?

10. En pocas palabras, explique en qué consiste la Dialéctica de las alienaciones. (Explique cada una)

11. ¿Qué se entiende por Plusvalía según Karl Marx?

12 ¿Cómo explica Marx la  lucha de clases?

NOTA: ES MUY IMPORTANTE TENER EN CUENTA QUE EL RESULTADO DE UNA BUENA SUSTENTACIÓN ES PRODUCTO DE LA REALIZACIÓN DEL TRABAJO, POR LO TANTO SU NOTA PUEDE TENER SU EQUIVALENCIA.